La acupuntura bioenergética, como cualquier otra disciplina terapéutica occidental u oriental, tiene la necesidad de conocer el estado del paciente que acude a sesión, para optar por el tratamiento más adecuado, aquel que dé cuenta de las causas bioenergéticas del desequilibrio del paciente.
Así como en otras terapias, la acupuntura tiene como principal aliado diagnóstico el interrogatorio: el paciente revela a través de sus palabras, e inclusive de manera inconsciente, datos que el acupuntor avezado puede unir como los puntos de un dibujo, para crear un esquema te interrelaciones de signos y síntomas que, apuntando a una deficiencia o exceso energético determinado, permita establecer un protocolo específico para su tratamiento.
Sin embargo, el análisis del paciente, inclusive desde los primeros instantes, no se limita al diagnóstico. Otros detalles, como el lenguaje corporal, el tono de voz, y el color de la tez, tienen mucho que ver con la situación energética del que acude a sesión. Asimismo, el análisis de la lengua (glosodiagnóstico), y del pulso (pulsología), arrojan importantes datos también.
Para la acupuntura bioenergética, la sede del alma, y por tanto el centro bioenergético, se encuentra en el centro del pecho, y está asociado, en un sentido estricto, con el Corazón. Sin embargo, su protector energético, el Maestro de Corazón (o pericardio), se corresponde con el Shen (la psique). Es a este centro al que recurre el acupuntor para observar con mayor precisión el estado energético del paciente.
La expresión del Corazón es, por un lado, y como es de esperarse, el pulso. Por otro lado menos evidente, el "brote del corazón": la lengua. Al atender al pulso y a la lengua, el terapeuta está echando un vistazo al Shen. Del mismo modo, el color de la tez es una expresión del Shen.
Sin embargo, estos métodos diagnósticos, aunque son bastante reveladores, no son sino confirmaciones diagnósticas, y no diagnósticos en sí mismos. Estos métodos refuerzan las conclusiones a las que el interrogatorio lleve al terapeuta, y en conjunto sirven como base para un primer tratamiento. Con ellos podemos saber, con no pocos detalles, si las energías que han entrado al cuerpo, desequilibrándolo, se corresponden con energías Yin o Yang, si están en exceso o en deficiencia, o si han llegado a niveles energéticos superficiales o, dado el caso, más profundos.
Métodos más modernos, como el famoso Ryodoraku, el célebre equipo de biomediciones inventado por los japoneses, arrojan mayores detalles, y más específicos, sobre el estado de los diferentes canales de energía del cuerpo. Sin embargo, y a pesar de ser sin duda un recurso valioso, complementan el talento detectivesco del acupuntor formado bajo los criterios de diagnóstico orientales y occidentales. El diagnóstico, llegados a este punto, asciende inclusive a cotas artísticas. En el sentido de que, hasta ahora, sólo un ser humano, en este caso el terapeuta, puede comprender con precisión las sutilezas de los equilibrios y desequilibrios del Qi, y llevar a cabo un tratamiento exitoso.
Escuela Dragón de Jade